viernes, diciembre 04, 2009

Volver a la niebla



Miajadas (Cáceres). 2009.

martes, noviembre 24, 2009

Pinos



Reserva del Cíjara. Herrera del Duque (Badajoz).
Octubre de 2009.

domingo, noviembre 08, 2009

El niño Migué

Dicen de un hombre asido a trastes mellados,
a una cuerda, dos a lo sumo, no más de tres
en una guitarra desvencijada.

Dicen de un ánimo endeble, amante sólo del flamenco,
de un rasgueo deambulante, fiel
a las calles de la Huelva oscurecida.

Dicen de acordes con los que el horizonte se acurruca
tras los juncos quebradizos de la marisma.
El pulso moribundo de un artista puro.

Dicen del niño Migué.

>>>Vídeo: Entre dos aguas

jueves, octubre 15, 2009

Rafael Barrett

¿Instruir? No es lo esencial. ¿Enseñar gramática y química a un esclavo? ¿Para qué? Lo que hay que enseñarle es que aborrezca su estado, que sufra y se desprecie y se indigne, que ame la libertad más que la vida. No es cuestión de ciencia. No es ciencia lo que hace falta, sino conciencia.
El hombre libre buscará la ciencia sin que se la recomienden. El prisionero resuelto a evadirse buscará la lima que corte la reja. Aprender a leer es encontrar la lima.
¿Un libro? Cosa admirable, si el libro corta la cadena, y desnuda el espíritu.

Rafael Barrett.

jueves, octubre 01, 2009

Todo lo soñable

Nos alentaron a soñar con
Todo lo soñable

- Nosotros sólo prometimos-
dijeron después, vuestro sueño en sí.
Tras la ventanilla de las reclamaciones.

Nadie habló de cumplir...
Risas.
...vuestros estúpidos caprichos.

¡Niños engreídos! Gritaron
¡Marchaos!¡Hipotecaros!

miércoles, septiembre 30, 2009

No lugares 1







Mérida. 2009.

lunes, junio 22, 2009

Iron and Wine





Flightless Bird
, American mouth. Iron and Wine (en acústico).

lunes, mayo 18, 2009

A vueltas con el diccionario I

Chistoso: Se aplica a las personas que cuentan o hacen chistes o que tienen gracia y hacen reír con lo que dicen o hacen, así como a los dichos, situaciones, etc., que contienen chiste.
(Diccionario de uso del español. María Moliner. Ed. Gredos).

viernes, mayo 08, 2009

Nostalgias

Yo tampoco
me distingo
a veces
entre tantas sombras.
Igual que vosotros:
(huyo)
pozos de nostalgia
incomprendida.










Miajadas. Abril de 2009.

martes, abril 28, 2009

Chochi













Chochi. Cáceres, 2009.

viernes, marzo 13, 2009

Destino

"Destino [...] es lo que sucede y todavía no se sabe que ha sucedido. Lo que parece libertad y, en cambio, se revela después paradigmático, férreo, prefijado".

El oficio de vivir. Cesare Pavese.

lunes, febrero 16, 2009

Paisaje interior













Comarca de Lácara. Badajoz. Febrero, 2009.

sábado, enero 17, 2009

La señora de rojo

Se le acercó vestida de rojo, brindemos, le dijo, hagamos de esto un secreto entre las dos, las copas en alto, seamos felices al otro lado de este túnel. La cincuentona recordó cómo habían sido sus manos, cuánto hubo de original en la imagen que reflejaban de ella los cristales de los escaparates de las tiendas donde nunca compró nada, y se observó la piel que tenía ahora, su pelo formando un haz de hebras marchitas alrededor de su cuello; el espejo de la habitación le devolvió una puñalada trapera. Sonó un extraño chin chin (las dos juntaron las copas), al principio adueñado por una extraña resignación, eso sintió ella que se sabía muy enferma; luego, cuando la muerte se aproximó a su mejilla, el eco de las copas le devolvió ese espíritu de venganza de otras épocas: de su adolescencia, del vagar por las calles en busca de unos céntimos con los que abrigarse el estómago. Frío metal, pensó, para las noches de escarcha. Abdicar ante la indiferencia de los transeúntes; mitigar la soledad con las palomas; ahorrar saliva; la extenuante música del hambre… ya no volverá a pasarme nada de eso, ¿verdad?, le preguntó. Ya no, querida, le contestó, inhiesta, la muerte, elegante con su vestido bermejo. Siempre estuviste cerca, en cada paso que daba, en cada esquina encontraba tu marca; he luchado tanto por evitarte, y ahora me vienes con secretos compartidos, le dijo, y con vestimentas solemnes. La muerte observó sus ojos, abstraídos en ensoñaciones, después sonrío con ironía, y su sonrisa se convirtió en una leve espiral de humo que traspasó el cristal de la ventana, donde comenzó a aparecer, como gotas de agua, los primeros síntomas de un último día. Bésame, ahora, pero en los labios, le dijo a la muerte, y la muerte, encarnada en el blanco aséptico de la pared, callaba, aguardando el momento oportuno en el que posarse definitivamente sobre ella. La cincuentona avanzó unos pasos. Tengo tantas historias que contarte, le dijo, tanto que relatar. ¿Quieres escuchar todo lo que nadie me ha escuchado? ¿Vas a besarme la boca como nadie lo hizo antes?, insistió la enferma. Cuánto temí tu abrazo, recordó en voz alta mirando de frente a su verdugo, mírame ahora, ya nada me asusta porque soy una vieja.

La vida no la había tratado bien, eso era evidente, pero cómo habría de tratarla la muerte, se planteó, cómo sería su golpe final. Pensó entonces en guadañas oxidadas, en tumores, en dolores que hacían retorcer los huesos, pero no evocó un final con fuegos artificiales, ni el borde de un río salpicado de flores sobre el que precipitarse fatalmente, ni siquiera imaginó una incineración digna después de un infarto inesperado y callado, tan callado como sus manos cuando pedía limosna bajo los soportales del ayuntamiento. Soy una borracha, continuó con voz fuerte y valiente, y me he acostado con hombres por dinero, por poco dinero, por una voluntad quizás, pero sigo siendo yo aquí dentro, se tocó el pecho con la palma de la mano, sintiendo el tejido frío del camisón que le habían puesto al entrar en el hospital aquella mañana. Sigo siendo Remedios Marín, continuó, la hija del famoso doctor, la misma, demacrada, casi como una sombra, lo sé, pero la misma persona a fin de cuentas, o eso debería poner en algún papel en los archivos del registro.

La cincuentona retrocedió. De espaldas se acercó a la ventana, la abrió sin perder de vista los gestos que hacía la muerte (como siempre había hecho en su vida), que se mantenía alejada unos metros de ella al otro lado de la habitación. La señora de rojo ya había observado otras veces las muecas que en aquel instante adoptaban las mandíbulas de Remedios. Eran viejas amigas. Había llegado hasta allí sabiendo que el proceso sería complicado, como siempre. ¿Recuerdas cuando estuvo apunto de atropellarte el tren?, habló ahora el espectro, cómo te libraste de esa, eras sólo una niña. ¿Y de cuando te caíste del puente, que casi te ahogas? ¿Y de las palizas de Ramoncito? ¿Te acuerdas de la hepatitis? ¿De las inundaciones del ochenta y seis? Ahora será diferente, te lo prometo. Remedios se sentó en el alfeizar de la ventana manteniendo sus pies en el interior, rozando con ellos la moqueta de la habitación. No lo hagas Remedios, gritó la muerte, así no, te besaré en los labios. Remedios dibujó una sonrisa con sus dientes negros. Te besaré como nadie lo hizo antes, créeme, no lo hagas así, suplicó el espectro. La enferma sacó la mitad de su cuerpo al exterior, donde llovía con fuerza, pero aún sus pies, en el interior, la mantenían, a modo de contrapeso, sentada como un pájaro en el vano de la ventana. La muerte se desesperó, no lo hagas así, repitió, así no, Remedios, cariño, te comeré la boca, mi niña, te estrangularé lentamente con mis brazos. Remedios se balanceó, una, dos, tres veces, pero la gravedad no consiguió vencer su equilibrio. Cuatro. Cinco (cinco era su número favorito), gritó mientras sus pies se elevaban formando un horizonte con el resto de su cuerpo. Su eco se convirtió en vapor, en una última huella que quedó unos instantes firmando el rostro de la muerte a través del cristal de la ventana.