miércoles, enero 24, 2007

El portafotos

Supuse que aquel no era el momento más oportuno. Me había olvidado algo importante sobre la mesita de noche. Los gemidos se oían a este lado de la puerta, pero decidí entrar sin pedir permiso: no iba a levantar ruidos. No pensaba, mucho menos, espiarlos. Lo hice. Giré el pomo, no habían cerrado por dentro. Realmente les debía dar lo mismo. Un pequeño punto de luz definía los ángulos y las bisectrices de sus cuerpos, retorcidos de placer, uno sobre otro. Me asusté. Aparté la vista. Apenas se apreciaba un pene y dos senos. Eran ellos, retozando, ajenos a mi presencia. Me oculté tras mi mano. Avancé hasta la mesita de noche. Los gemidos se hicieron más intensos, casi parecían de dolor. El aliento de alguien me rozó la cara. Dame más fuerte, dijeron los labios de ella bajo las sábanas. Cogí de la mesita lo que buscaba y me aparté deprisa, en dirección opuesta a sus embestidas. Debían estar sudando. Pisé algo húmedo y resbaloso. Iba descalzo. Imaginé un condón usado bajo mi pie y quise vomitar encima de ellos. También imaginé el suelo lleno de trampas, esparcidas como deposiciones: condones por todos lados. Comencé a caminar de puntillas. Intenté pisar el mínimo espacio posible de suelo. Estuve desorientado un momento. El vano de luz me indicó la dirección de la puerta. No pude esquivar algo, tropecé con la pata de algún mueble. En mi caída intuí la pared, estiré un brazo para evitarla. El interruptor de la luz se accionó fatídicamente. Acabé en el suelo, descubierto, bajo el chorro de luz del plafón, pero salvé mi objeto importante de un impacto certero. Soy yo, dije, no os preocupéis, ya me voy. Estaba de espaldas a la cama pero supe que me miraban con caras de pánico. Salí de la habitación. Nadie me habló, yo no tuve el valor de mirarlos. En la calle, caminé con el portafotos aún en la mano. Observé su antigua sonrisa de mujer inocente, retuve bien su forma en mi cabeza. La memoricé. La quise demasiado, le consentí muchas cosas. Pero se fueron su inocencia y su sonrisa para siempre, y ahora me voy yo, en busca de otras sonrisas que no se le parezcan.

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